La señora Anne Monthead siguió a la doncella de los Douglas hasta una gran sala iluminada por unos preciosos ventanales que daban a un cuidado jardín. Los árboles crecían hermosos y sanos, llenos de frutos. Las flores, plantadas junto a los setos, decoraban el verde con toques de color malva, rosa, azul, rojo, blanco y amarillo. El caminito de piedra acababa en un precioso cenador de hierro por el que trepaba una florida buganvilla.
-¿Qué miráis?- una voz a su lado despertó a la señora Anne de sus pensamientos. Se giró hacia su interlocutor. De pie, junto a la puerta, se encontraba el joven Jackson Douglas, mirándola. Anne se fijó en el crecido muchacho. Había pasado bastante tiempo desde la última vez que le vio y desde entonces había crecido bastante. Jackson tenía la edad de su hijo, dieciocho años, pero era un poco más alto. Su cabello marrón cobrizo, mezcla del castaño de su madre y rubio de su padre, le caía sobre la frente dándole un aspecto infantil. Sus ojos azules miraban despreocupadamente a la señora Monthead.
-Miraba el jardín, lo tenéis realmente precioso.- Jackson sonrió.
-Intento que todas las plantas sean cuidadas tal y como debe ser. No puedes usar los mismos medios para tratar los lirios que para los geranios.
-¿Os gusta la jardinería?
-Sí, en mi opinión las plantas nos enseñan más de lo que creemos. Por ejemplo, las flores son como las mujeres, hay que cuidarlas, hablarles, mimarlas, amarlas y regarlas.- Anne se sonrojó levemente ante la última comparación.
-¿Regarlas?
Una sonrisa traviesa se dibujó en la joven cara del muchacho.
-Sí, todas las noches a la luz de la luna.
La Baronesa Rose Marie entró ruidosamente en la estancia. Se acercó hacia su querida amiga y se sentó frente a ella.
-Discúlpame por la tardanza querida, pero me acaban de enviar unas tazas de importación y la inútil  de Eugenia no sabía cómo colocarlas.- Rose Marie Douglas se giró hacia su hijo.-Cariño, no creo que te resulte entretenida la charla entre la señora Monthead y yo, será mejor que vayas a su casa y saludes al joven Thomas. ¿Si no te importa querida?
-No, Thomas se alegrará de que vayas a visitarle, así podréis hablar de la fiesta de esta noche.- Anne le dirigió una cálida sonrisa que hizo estremecerse al muchacho. Este se levantó, sonrió a las dos damas y salió de la sala.
-La fiesta, de eso te quería hablar yo.-mientras hablaba, Rose Marie tocó una campanita para llamar a su doncella.- ¿Te apetece un té querida? Seguro que sí, supongo que sabes el motivo de la fiesta.
-Sí, aunque sinceramente no creo que la Condesa Victoria necesite muchas razones para dar un festejo.- Rose Marie rió.- tengo entendido que es para dar la bienvenida al Marqués de Turvey.
-Sí, sí. Eso es lo que ella dice a la gente, pero creo que realmente esconde otra razón. Es más que conocido el hecho de que la condesa odia al marqués, y realmente no me extraña con lo maleducado y excéntrico que es.- la baronesa puso un gesto de asco nada elegante que solo usaba en compañía de la señora Anne.
-Realmente sí que es un hombre extraño, ha estado viajando por todo el mundo y no se lleva bien con nadie excepto la señorita Catherine Linsberg, otra muchacha extraña haya que añadir.
-Exacto, ha estado viajando por todo el mundo y de repente ha decidido pasar una larga temporada en su hogar.
-A lo mejor se Ha cansado de tanto viaje y quiere sentar la cabeza.
-¡Sentar la cabeza!- dijo la señora Rose Marie escandalizada.- Válgame Dios, espero que no lo haga, ¿se imagina tener a ese insoportable hombre en todas las fiestas, de camping los sábados,  en la misa los domingos? No, no, ese hombre no ha venido a sentar la cabeza. Veras, ayer fui a saludar a la Condesa y estuvimos hablando un buen tiempo. Se conoce que la señora Victoria tiene bastantes contactos y me contó algo realmente interesante del señor Turvey. Parece ser que de su último viaje se trajo un obsequio de lo más curioso. Un joven hermosísimo.
-¿Un joven?
-Así es, y ya sabes cómo es la Condesa con los jóvenes hermosos.- Anne dejó escapar una pequeña risita.- Por lo que mi suposición es que la señora Victoria lo único que quiere es ver al muchacho y verificar personalmente si el rumor de su belleza es cierto.
