sábado, 20 de abril de 2013

Capítulo 2

La señora Anne Monthead siguió a la doncella de los Douglas hasta una gran sala iluminada por unos preciosos ventanales que daban a un cuidado jardín. Los árboles crecían hermosos y sanos, llenos de frutos. Las flores, plantadas junto a los setos, decoraban el verde con toques de color malva, rosa, azul, rojo, blanco y amarillo. El caminito de piedra acababa en un precioso cenador de hierro por el que trepaba una florida buganvilla.

-¿Qué miráis?- una voz a su lado despertó a la señora Anne de sus pensamientos. Se giró hacia su interlocutor. De pie, junto a la puerta, se encontraba el joven Jackson Douglas, mirándola. Anne se fijó en el crecido muchacho. Había pasado bastante tiempo desde la última vez que le vio y desde entonces había crecido bastante. Jackson tenía la edad de su hijo, dieciocho años, pero era un poco más alto. Su cabello marrón cobrizo, mezcla del castaño de su madre y rubio de su padre, le caía sobre la frente dándole un aspecto infantil. Sus ojos azules miraban despreocupadamente a la señora Monthead.

-Miraba el jardín, lo tenéis realmente precioso.- Jackson sonrió.

-Intento que todas las plantas sean cuidadas tal y como debe ser. No puedes usar los mismos medios para tratar los lirios que para los geranios.

-¿Os gusta la jardinería?

-Sí, en mi opinión las plantas nos enseñan más de lo que creemos. Por ejemplo, las flores son como las mujeres, hay que cuidarlas, hablarles, mimarlas, amarlas y regarlas.- Anne se sonrojó levemente ante la última comparación.

-¿Regarlas?

Una sonrisa traviesa se dibujó en la joven cara del muchacho.

-Sí, todas las noches a la luz de la luna.

La Baronesa Rose Marie entró ruidosamente en la estancia. Se acercó hacia su querida amiga y se sentó frente a ella.

-Discúlpame por la tardanza querida, pero me acaban de enviar unas tazas de importación y la inútil  de Eugenia no sabía cómo colocarlas.- Rose Marie Douglas se giró hacia su hijo.-Cariño, no creo que te resulte entretenida la charla entre la señora Monthead y yo, será mejor que vayas a su casa y saludes al joven Thomas. ¿Si no te importa querida?

-No, Thomas se alegrará de que vayas a visitarle, así podréis hablar de la fiesta de esta noche.- Anne le dirigió una cálida sonrisa que hizo estremecerse al muchacho. Este se levantó, sonrió a las dos damas y salió de la sala.

-La fiesta, de eso te quería hablar yo.-mientras hablaba, Rose Marie tocó una campanita para llamar a su doncella.- ¿Te apetece un té querida? Seguro que sí, supongo que sabes el motivo de la fiesta.

-Sí, aunque sinceramente no creo que la Condesa Victoria necesite muchas razones para dar un festejo.- Rose Marie rió.- tengo entendido que es para dar la bienvenida al Marqués de Turvey.

-Sí, sí. Eso es lo que ella dice a la gente, pero creo que realmente esconde otra razón. Es más que conocido el hecho de que la condesa odia al marqués, y realmente no me extraña con lo maleducado y excéntrico que es.- la baronesa puso un gesto de asco nada elegante que solo usaba en compañía de la señora Anne.

-Realmente sí que es un hombre extraño, ha estado viajando por todo el mundo y no se lleva bien con nadie excepto la señorita Catherine Linsberg, otra muchacha extraña haya que añadir.

-Exacto, ha estado viajando por todo el mundo y de repente ha decidido pasar una larga temporada en su hogar.

-A lo mejor se Ha cansado de tanto viaje y quiere sentar la cabeza.

-¡Sentar la cabeza!- dijo la señora Rose Marie escandalizada.- Válgame Dios, espero que no lo haga, ¿se imagina tener a ese insoportable hombre en todas las fiestas, de camping los sábados,  en la misa los domingos? No, no, ese hombre no ha venido a sentar la cabeza. Veras, ayer fui a saludar a la Condesa y estuvimos hablando un buen tiempo. Se conoce que la señora Victoria tiene bastantes contactos y me contó algo realmente interesante del señor Turvey. Parece ser que de su último viaje se trajo un obsequio de lo más curioso. Un joven hermosísimo.

-¿Un joven?

-Así es, y ya sabes cómo es la Condesa con los jóvenes hermosos.- Anne dejó escapar una pequeña risita.- Por lo que mi suposición es que la señora Victoria lo único que quiere es ver al muchacho y verificar personalmente si el rumor de su belleza es cierto.

viernes, 19 de abril de 2013

Capítulo 1



La señora Monthead separó a su hija de la pintura que tenía entre sus manos y a la cual no quitaba ojo.

-¡Danielle!, ¿quieres escucharme?

-¡Ay! Mamá, ¿qué es lo que quieres?- Danielle separó la mirada del dibujo y lo depositó cuidadosamente en su tocador.

-¡Pero es que no te has enterado de nada de lo que he dicho!- Anne Monthead movió la cabeza de un lado a otro disgustada.

-Lo siento mamá.- dijo Danielle cansada, en aquellos momentos tenía la mente en otro lado.

-La Condesa de Erthon nos ha enviado una invitación para el baile que va a celebrar esta noche en bienvenida del Marqués de Turvey.

-¿Quién es ese?- Anne miró a su hija escandalizada. Es cierto que su hija acababa de entrar en sociedad y aún o conocía a gran cantidad de gente, pero aún así, Blaise Turvey no era una persona cualquiera.

-Eso da igual ahora, Rose Marie me ha invitado a su casa a tomar un té y charlar un poco, quiero que cuando vuelva ya tengas elegido lo que te vas a poner esta noche y que compruebes que no sea necesario plancharlo.

-De acuerdo mamá.

-Comprueba que tu hermano también lo hace.

-Sí mamá...

-¡Ah!, y si quieres puedes invitar a Gael para que os miréis ropa juntas. Dile a Esteban que le lleva el mensaje- dijo Anne antes de desaparecer completamente tras la puerta.

-¡Esteban no es un cartero!- dijo Danielle  ofendida, pero su madre no llegó a escucharla.

Danielle se derrumbó sobre la silla. Quería a su madre, pero a veces era realmente molesto el cómo se preocupaba solo por lo social, ¿se había preguntado en algún momento si a su hija le apetecía ir a aquel baile lleno de ricachones que hablaban sobre cosas ridículas e intentaban averiguar quién tenía la mayor renta? Evidentemente no.

Danielle cogió el lienzo que había dejado sobre la mesa. Una muchacha de espaldas con un vestido blanco y un cabello rubio ondeando al viento, caminaba por un campo lleno de amapolas. Pasó el dedo suavemente por el cabello de la joven y sintió celos, celos de aquella chica que había sido pintada por él. Ella quería ser la única a la que pintase, la única a la que mirase, pero Danielle sabía que aquello era egoísta, lo sabía y le dolía saberlo. De repente el lienzo le fue arrebatado de las manos bruscamente.

-¡Eh!-Dijo Danielle mirando furiosa a su hermano.- ¡Devuélvemelo!
Thomas miró divertido a su hermana.

-¿Esto lo ha hecho el pintor?

-Es obvio, tú no podrías pintar ni una silla.- Danielle saltó hacia su hermano intentando quitarle la pintura, pero este levantó el brazo alejándolo de su alcance.

-Sí, eso es cierto, pero yo no necesito pintar una silla- Thomas finalmente le devolvió el lienzo a su hermana.- ¿Por qué estás tan interesada en él?

-¿Acaso te importa?-Danielle se apartó un mechón rubio que le caía sobre la cara sonrojada.

-Claro que me importa, eres mi hermana y me preocupo por tu futuro.- Danielle le sostuvo la mirada durante un minuto en el que permanecieron callados. Finalmente Danielle habló.

-Mamá ha dicho que prepares lo de esta noche.- acto seguido salió del salón.

-¡Danielle! ¡Hablo en serio!

Danielle caminó por el jardín hacia la pequeña casita de los Lemacks. La señorita July Lemacks era la institutriz de los tres hijos de los Monthead y vivía junto con su hijo en una pequeña casita construida por el señor Edmon Monthead en el terreno de su propia casa. La señorita July siempre había sido una mujer taciturna, la muerte de su marido le había afectado mucho y tras dieciséis años no había conseguido reponerse. Su hijo, Esteban, trabajaba en la panadería del pueblo y de vez en cuando, hacía algunos encargos para los Monthead, cosa que molestaba enormemente a Danielle.

Cuando llegó a la pequeña casita entró sin llamar y fue hacia la habitación donde supuso que estaría Esteban. En ella decenas de lienzos a medio pintar estaban esparcidos  tanto por las paredes como por el suelo y mesa. En el centro de la habitación, un muchacho delgado con el cabello negro un poco largo y revuelto, pintaba sobre un caballete, a una joven de cabello rubio en un lienzo. Danielle miró a su alrededor, en casi todas las pinturas estaba pintada la misma chica de pelo rubio y cara difuminada.

-Hola.-Esteban saltó sobresaltado.

-Señorita Danielle. ¿Qué hacéis aquí?- Danielle sintió un pinchazo en el pecho. Desde hacía un tiempo, Esteban había empezado a llamarla Señorita y tratarle de usted.

-Quería darte las gracias por el cuadro que me has regalado, realmente me encanta.

- Oh,- Esteban se sonrojó levemente.-me alegra el que os gustase.

-¡Por Dios Esteban! ¡Para ya!- Danielle se acercó hacia Esteban, este retrocedió levemente.- ¿Por qué me hablas de usted?

-Porque usted es una señorita.

-Me da igual, tu eres mi amigo y nos conocemos de toda la vida, no es lógico que me  trates de usted y me llames señorita.- Esteban bajó la cabeza, “amigos”.

-Lo que mandes Danielle.- la contestación no es lo que ella estaba buscando exactamente, pero ya fue una mejoría.

-Me preguntaba si vas a ir a la fiesta de la Condesa.- Danielle cruzó los dedos. Esteban soltó un bufido.

-No, a mí no me invitan a esas cosas. Esos acontecimientos son para gente de su clase.- Danielle refunfuñó, otra vez le trataba como si fuesen personas de distintos mundos, como si ambos no fuesen, al fin y al cabo, personas.

-Pero yo podría llevarte como invitado…

-Danielle.-Esteban le interrumpió.- No quiero ir a una de esas fiestas. ¿No te das cuenta que ese no es mi mundo? Yo allí desentono. Ni siquiera estaría a gusto.

El pecho de Danielle se oprimió, ¿Esteban había tratado de decir que ella era una molestia? El dolor se acumuló en su pecho y los celos por aquella dama de cabellos rubios de los lienzos se intensificaron.

-Señorita Danielle.- la doncella de los Monthead llamó tímidamente a la puerta de la habitación.-La señorita O’Neil ha venido a hacerle una visita, la espera en la salita.

-Voy.

Árboles genealógicos

Árboles genealógicos de las familias:

Personajes

Personajes principales de la historia: